EDITORIAL

Los fetiches médicos

Diego Herrera Ramírez[1] Carlos Troya Altamirano[2]

1. Saludesa Ecuador, Ecuador.
2. Hospital Hesburgh.

Doi: https://doi.org/10.16921/pfr.v9i3.330

PRÁCTICA FAMILIAR RURAL│Vol.9│No.3│Noviembre 2024│Recibido: 17/11/2024│Aprobado: 18/11/2024

Cómo citar este artículo
Herrera D. Los fetiches médicos. PFR [Internet]. 9(3). Disponible en: https://practicafamiliarrural.org/index.php/pfr/article/view/330

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Resumen

En América Latina, y en particular en Ecuador, los sistemas de salud persiguen modelos de desarrollo descontextualizados de sus historias y trayectorias; el “american way of life” es un fetiche en la civilización y la cultura. Esto se traduce en modelos de desarrollo del territorio urbano y rural con una profunda influencia en el fenómeno salud enfermedad (ciudades con centros densamente poblados, enfermedades denominadas del “progreso”, transición epidemiológica). Una amplia base de la pirámide poblacional clama por “salud”, pero el significado de este concepto se ha poblado de ideología. A la par, la ruralidad vive la misma transición, en medio de la basura generada en la urbe, con el sueño de “salir algún día a la ciudad”.

Palabras clave: medicina, tecnología, transición epidemiológica, enfermedades del progreso

Medical fetishes

Abstract

In Latin America, and particularly in Ecuador, health systems pursue development models decontextualized from their history and trajectories; the “American way of life” is a fetish in civilization and culture. This translates into development models of urban and rural territories with a profound influence on the health-disease phenomenon (cities with densely populated centers, so-called “progress” diseases, epidemiological transition). A broad base of the population pyramid cries out for “health,” but the meaning of this concept has become infused with ideology. At the same time, rural areas are experiencing the same transition, amidst the garbage generated in the city, with the dream of “going out to the city one day.”

Keywords: medicine, technology, epidemiological transition, diseases of progress

 

En el nivel de la vida cotidiana las personas saben muy bien que la mercancía-dinero, objetos de consumo no son nada más que una forma reificada de la apariencia de las relaciones sociales. Las personas saben que, bajo las relaciones entre cosas, hay relaciones entre personas.

En otras palabras, el dinero es la creencia en su forma más pura: sabemos que su valor es el resultado de nuestra creencia en su valor; sin embargo, sabemos también que, si dejamos de creer en el dinero, éste deja de funcionar. La paradoja reside en el hecho de en nuestras actividades sociales, actuamos como si no lo supiéramos, como si el dinero fuera realmente la encarnación de la riqueza y continuamos así con la ilusión fetichista. Algo similar sucede con las herramientas médicas, sabemos que no son infalibles y que muchas de ellas no están ayudando la toma de decisiones medicas inteligentes, pero estamos inmersos en la ilusión fetichista de que estas nos permitirían superar nuestra incertidumbre.

Para Žižek la ideología no opera al nivel de lo que los individuos saben, sino al nivel de lo que los individuos hacen… porque creen, lo cual se puede resumir bajo la fórmula fetichista “yo sé bien, pero aún así”. Este estatuto particular de la creencia permitiría entender por qué algunos individuos pueden ser perfectamente conscientes de que son objeto de relaciones de dominación y explotación (o ser conscientes de la “inversión ideológica”), e incluso cuestionar la legitimidad de un determinado orden social, sin erosionar su validez social en la práctica (1).

Georg Lukács hablando del fetichismo acuña el concepto reificación o cosificación (2). Señala que el carácter de fetiche de la mercancía tiene consecuencias ideológicas que influyen sobre la vida de las sociedades; la reificación que se extiende en consecuencia progresivamente al conjunto de la vida psíquica de los hombres en la cual hace predominar lo abstracto y cuantitativo sobre lo concreto y lo cualitativo” (3). En términos simples podemos decir que el fetichismo diviniza diversas cosas y objetos, atribuyéndoles fuerzas misteriosas, sobrenaturales, inasequibles para la comprensión humana.

Las personas sueñan en viajar y conocer muchos países, los lugares de turismo se tipifican y venden, lo que en verdad importa es que tengan lugares donde tomarse la foto y subir a las redes sociales, no importa el tiempo ni la oportunidad para entablar contacto con los habitantes de los países que visitan. Convertidos en mercancía, tipificados y estandarizados, gentes y paisajes pierden calidad, se empobrecen sus significaciones, se aleja su historia convertida en una fotografía compartida.

La reificación implica que el hombre es capaz de olvidar que él mismo ha creado el mundo humano y, además, que la dialéctica entre el hombre y sus productos pasa inadvertida para la conciencia. El mundo reificado es, por definición, un mundo deshumanizado, que el hombre experimenta como facticidad extraña(4).

Para Zygmunt Bauman, el "fetichismo de la subjetividad" se basa en la supuesta soberanía del consumidor, la idea del sujeto más libre que nunca para de elegir entre todas las opciones elegibles del mercado. Así, lo que permanece oculto son las relaciones de compraventa detrás de la construcción de tal subjetividad, a partir del constante intercambio de identidades ad hoc que la cultura del consumismo permite: "compro, luego existo... como sujeto"; en el ámbito médico… mientras más herramientas tecnológicas utilizo (consumo) soy un mejor médico, y mientras más exámenes se realiza el paciente, mejor es calificada la atención médica. Los pobres de hoy no son los desempleados sino "los no consumidores".

Este mundo reificado ha sido bien estudiado en la burocracia. Para el burócrata lo importante son las tareas que tiene a su cargo, los papeles y sellos que él maneja y sobre los que edifica su poder (5). La burocracia medica es extremadamente exquisita en desplegar su poder en el momento de expender las certificaciones y permisos médicos a usuarios o instituciones. Los objetos pueden investir de poder a determinado sujeto, condicionar la conciencia, y hasta la existencia misma.

Bajo la ideología del desarrollo la afición a la burocracia puede disimular su identidad de teología y adquirir el estatus de mérito o inclusive de técnica. Las normativas y reglamentos, tan útiles como instrumentos políticos carecen de sentido, cuando pierden su finalidad. La burocracia añade rigidez a cada modelo organizativo desde los niveles más elementales como la familia y la barriada, pasando por los niveles organizativos como  las instituciones de salud o educativas, hasta los niveles más elevados como la administración pública.

Quien expresa con especial maestría el agobio que resulta de la burocratización del mundo es Kafka, que ha sido llamado el poeta de la reificación. En sus obras muestra la situación del hombre, relegado frente a un mundo cosificado y ajeno, en el que debe demostrar su derecho a la existencia.

Franz Kafka  describe en su libro El Proceso, al Sr. K –reducido a mera inicial–, quien se entera una mañana que tiene un proceso, se interna a partir de entonces en un mundo laberíntico abarrotado con expedientes, con empleados que detrás de sus ventanillas lo remiten impasibles de una oficina a la otra, y finalmente, después de transitar por infinitas oficinas y debatir con funcionarios desprovistos de todo gesto humano, sin que se sepa de que se lo acusaba, pierde el proceso y es ejecutado. En el mundo inhumano y cosificado que Kafka describe, el hombre es extranjero en el mundo, tiene que alegar por su derecho a la existencia, debe tramitar los papeles que le otorgan permiso para permanecer en el ser.

El mundo de las mercancías se extiende a diferentes esferas, entre ellas a los cuerpos y su manipulación, lo que abarca múltiples planos, desde la mercantilización de la medicina y de la industria farmacológica hasta los operativos comerciales dirigidos a la juvenilización y el acercamiento al cuerpo legítimo: dietética, gimnasia, cosmética, cirugías estéticas, abarcando negocios millonarios.

Los efluvios de la mercancía colonizan fenómenos sociales que, en principio, se le oponían. El movimiento de la (APS) Atención Primaria de la Salud, que enfrento a los sistemas nacionales de salud en los años 60, se convirtieron con el tiempo en nuevas modas que enriquecieron la oferta mercantil y fortalecieron los modelos que criticaban.

En las décadas posteriores se ha transitado entre los dos extremos: desde una APS carente de recursos, a pie descalzo y enfocada exquisitamente en las medidas educativas y preventivas (porque no se incurre en gastos), hasta las onerosas y exuberantes vacunas de la actualidad, cuyos efectos se mantienen aún en evaluación, o los programas de visitas domiciliarias que son idóneos, pero también costosos.

En América Latina, y en particular en Ecuador, los sistemas de salud persiguen modelos de desarrollo descontextualizados de sus historias y trayectorias; el “american way of life” es un fetiche en la civilización y la cultura. Esto se traduce en modelos de desarrollo del territorio urbano y rural con una profunda influencia en el fenómeno salud enfermedad (ciudades con centros densamente poblados, enfermedades denominadas del “progreso”, transición epidemiológica). Una amplia base de la pirámide poblacional clama por “salud”, pero el significado de este concepto se ha poblado de ideología. A la par, la ruralidad vive la misma transición, en medio de la basura generada en la urbe, con el sueño de “salir algún día a la ciudad”.

Es indudable que la burocratización y la reificación se han tomado la práctica médica y se impone una nueva medicina en la que la historia clínica y el método clínico solo es un requisito que se debe cumplir: la práctica de estudios de laboratorio e imagen se han convirtiendo en el verdadero pilar diagnóstico y el fetiche de las subespecialidades, quienes basan su experticia en el uso de estas herramientas médicas.  No existe conformidad medica mientras no se realicen todos los exámenes que el especialista necesita para tener una supuesta seguridad, no importa si se llega a descubrir una patología que puede ser o no relevante para el padecimiento que genera la sintomatología y por la que acudió el paciente, menos aún su contexto y sus expectativas del tratamiento médico.

La información sobre la situación médica ha dejado de ser un recurso para definir la conducta del profesional, o sea un medio para un fin, y se ha vuelto un “bien” al que no se puede renunciar, no se puede dejar de consumir, y se ha transformado en un fin en sí mismo.

Un ejemplo de esto es el fetichismo de la imagen, interpretándola como una verdad absoluta, jerarquizándola por su tecnología: una placa de rayos X es menos que un ultrasonido, un ultrasonido es menos que una tomografía, una tomografía es menos que una resonancia magnética (7).

Si tenemos un paciente que tiene todos los signos y síntomas descritos en los libros sobre “falla cardíaca“, en proceso irreversible, candidato a transplante cardiaco, cirugia imposible de realizar en el tercer mundo, no contextualizamos ni reflexionamos sobre su condición, exigimos por lo menos un ecocardiograma, péptidos natriuréticos e interconsulta a cirugía cardíaca. Ya nadie considera que una investigación clínica y un examen físico completo tenga validez.

El arte médico consiste en reconocer el valor instrumental del examen físico, desde sus limitaciones, pero en sincronía con la historia clínica. Sin embargo, el examen físico ha perdido valor, porque hay un ser humano que “puede errar”, un examinador que está plagado de subjetividad, que es obsoleto frente a un microprocesador.

En el mundo actual hay una transición: desde una era en que la materialidad importaba, hacia una digital, donde importan más los bits y los bots de las redes sociales. Algo, que, en rigor no es tangible. “Nuestra obsesión no son ya las cosas, sino la información y los datos. Ahora producimos y consumimos más información que cosas”, un especialista no quiere conocer al paciente quiere saber sus datos de laboratorio.

“El orden digital pone fin a la era de la verdad y da paso a la sociedad de la información posfactual. El régimen posfactual de la información se erige por encima de la verdad de los hechos. La información con su impronta posfactual es volátil. Donde no hay nada firme se pierde todo sostén.”
Recreando los enunciados de Byung Chang, los protocolos y normativas convierten a los médicos en bits y bots eficientes y útiles para una ideología, pero no para los pacientes.

Referencias

  1. Žižek, S. (2004a). El espectro de la ideología. En S. Žižek (Ed.), Ideología. Un mapa de la cuestión (pp. 7-42). México DF, México: Fondo de Cultura Económica.
  2. Georg Luckacs. Historia y conciencia de clase. Estudios de dialéctica marxista. Editorial Grijalbo, México 1969.
  3. Lucien Goldmann: Investigaciones dialécticas. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1962, pag 75.
  4. Berger y Luckmann. (1968). La construcción social de la realidad. Amorrortu, Buenos Aires 1968, páginas 116-117).
  5. Lucien Goldmann: Investigaciones dialécticas. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1962, pag 75.
  6. Kafka, F (1960) Obras completas, EMECÉ Editores, Buenos Aires.
  7. Casian-Castellanos G. (2014). La imagen, fetiche de la medicina actual. Rev Hosp Jua Mex 81(1): 68-71.