ARTÍCULOS ORIGINALES
Disparidades rural-urbanas en la mortalidad materna en Ecuador: Un análisis desde una perspectiva de género (2019–2021)
Sami Sánchez Verduga(a,b), Mónica Izurieta-Guevara(a), Karina Lalangui(a), Emmanuelle Quentin(a), Daniel Simancas-Racines(a), Carolina Villagómez Monteros (b)
a. Universidad UTE, Facultad de Ciencias de la Salud Eugenio Espejo, Centro de Investigación en Salud Pública y Epidemiología Clínica (CISPEC), Quito 170527, Ecuador.
b. Universidad UTE, Observatorio de Género, Quito 170527, Ecuador.
DOI: https://doi.org/10.16921/pfr.v10i2.367
PRÁCTICA FAMILIAR RURAL│Vol.10│No.2│Julio 2025│Recibido: 7/06/2025│Aprobado: 25/07/2025
Cómo citar este artículoSánchez Verduga SG, Izurieta-Guevara M, Lalangui K, Quentin E, Nuñez-Vásquez C, Simancas-Racines D, Villagómez Monteros C. Disparidades rural-urbanas en la mortalidad materna en Ecuador: Un análisis desde una perspectiva de género (2019–2021) . PFR [Internet]. julio 2025;10(2). Disponible en: https://practicafamiliarrural.org/index.php/pfr/article/view/367 |
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Resumen
La mortalidad materna es un indicador sensible de desigualdad en los sistemas de salud. En Ecuador persisten marcadas brechas sociales entre zonas rurales y urbanas, acentuadas por factores estructurales como el territorio, la etnicidad y el género. Este estudio analiza las disparidades rural-urbanas en la mortalidad materna entre 2019 y 2021 desde un enfoque interseccional y de derechos humanos. Se utilizaron datos oficiales del Ministerio de Salud Pública e INEC, así como herramientas de análisis estadístico y georreferenciación. Los hallazgos evidencian razones de mortalidad materna más elevadas en el área rural, provincias fronterizas y especialmente entre mujeres racializadas y de edades avanzadas. Se concluye que los sistemas de salud deben contemplar recursos e inversión en estas áreas y grupos, así como las operaciones logísticas y de comunicación necesarias para una oportuna atención prenatal.
Palabras clave: mortalidad materna, ruralidad, género, interseccionalidad, salud pública
Rural-urban disparities in maternal mortality in Ecuador: An analysis from a gender perspective (2019–2021)
Abstract
Maternal mortality is a sensitive indicator of inequality in health systems. In Ecuador, marked social gaps persist between rural and urban areas, accentuated by structural factors such as territory, ethnicity, and gender. This study analyzes rural-urban disparities in maternal mortality between 2019 and 2021 from an intersectional and human rights perspective. Official data from the Ministry of Public Health and INEC (National Institute of Statistics and Census), as well as statistical analysis and georeferencing tools, were used. The findings reveal higher maternal mortality rates in rural areas, border provinces, and especially among racialized and older women. The conclusion is that health systems must consider resources and investments in these areas and groups, as well as the logistical and communication operations necessary for timely prenatal care.
Keywords: maternal mortality, rurality, gender, intersectionality, public health
Introducción
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mortalidad materna continúa siendo una de las expresiones más alarmantes de desigualdad en salud a nivel global, dado que más del 90% de las muertes maternas se producen en países de ingresos bajos y medios afectando desproporcionadamente a mujeres históricamente excluidas. En América Latina y el Caribe, la razón de mortalidad materna (RMM) disminuyó de 92 a 77 muertes por cada 100.000 nacidos vivos entre los años 2000 y 2023, lo que representa una reducción del 16,8% [1].
En Sudamérica, el descenso fue del 13,1% en el mismo periodo. A nivel andino, los datos muestran trayectorias diferenciadas: entre 2000 y 2023, Chile redujo su RMM de 33 a 10 (70%), Colombia de 95 a 59 (37%), Perú de 115 a 51 (56%) y Bolivia de 287 a 146 (50%). En el caso de Ecuador, la RMM pasó de 123 a 55 muertes por cada 100.000 nacidos vivos (55%) en ese mismo periodo. Y entre 2015 y 2020 se incrementó (de 64 a 91), lo cual puede estar vinculado a los efectos de la pandemia por COVID-19, que generó disrupciones en los servicios de salud sexual y reproductiva [1]. Por ello, se presta especial atención al impacto de la pandemia de COVID-19 como un escenario que exacerbó brechas preexistentes [2].
La importancia de esta investigación radica en que aborda un problema de salud pública desde un enfoque interseccional y de derechos humanos. Por lo cual, el objetivo principal es analizar las disparidades en la mortalidad materna entre zonas rurales y urbanas en Ecuador, identificando los territorios más afectados y visibilizando las intersecciones que podrían profundizar esta disparidad. A partir de ello, se busca contribuir a la construcción de políticas públicas de salud más equitativas y respetuosas de los derechos de las mujeres.
Materiales y métodos
Este estudio adopta un diseño descriptivo con enfoque cuantitativo, interseccional, de derechos humanos y espacio-temporal, orientado a analizar las disparidades en la mortalidad materna entre zonas rurales y urbanas de Ecuador durante el período 2019–2021, en el contexto de la pandemia de COVID-19. Considera diferencias según grupo étnico y etario, y utiliza datos oficiales del sistema de salud junto con herramientas geoespaciales para identificar los territorios con mayor concentración de muertes maternas, así como los factores que inciden en su distribución desigual.
Se utilizaron cuatro fuentes de datos publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) para 2019-2021:
Registro de Defunciones Generales: Se obtienen de los certificados de defunción del Registro Civil del Ecuador. Este registro incluye todas las muertes que ocurrieron o fueron registradas en el país, excepto las muertes fetales. De esta base se seleccionaron las variables: causa, año de fallecimiento, sector de residencia (urbano/rural), provincia de residencia, edad y etnia [3].
Registro de Nacidos Vivos: Constituyen todos los hechos vitales de nacidos vivos ocurridos y/o inscritos en el país. De esta fuente se obtuvieron las variables: año de nacimiento, sector de residencia materna (urbano/rural), provincia de residencia materna, edad de la madre y etnia de la madre [4].
Para el análisis, primero se fusionaron cada uno de estos conjuntos (todas las tablas de nacimientos y todas las tablas de defunciones) en dos bases únicas, y luego se filtraron los registros correspondientes al periodo 2019–2021. A continuación, los registros de defunciones consolidados se filtraron para incluir únicamente las defunciones cuya causa básica correspondió a complicaciones del embarazo, parto o puerperio (de acuerdo a la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-10 O00–O99). Se analizaron 635 fallecimientos y 807.417 nacimientos por parte de mujeres en edad reproductiva (10–54 años).
Se construyeron tablas de frecuencia y porcentajes por sector de residencia y desagregados por año, grupos quinquenales por edad y etnia tanto para defunciones como nacimientos. A partir de ello se calcularon las tasas de mortalidad materna, dividiendo el número total de defunciones entre los nacidos vivos por 100.000. De ahora en adelante se nombrarán a las tasas como razón de mortalidad materna (RMM).
En la presentación de resultados por etnia, las categorías son denominadas tal como las clasifica el INEC. No obstante, en la discusión se aplica una mirada crítica a dichas categorías étnicas por su naturaleza colonial y racista.
Resultados
La razón de mortalidad materna (RMM) nacional mostró una ligera tendencia al alza entre 2019 (79,42 por 100,000) y 2020 (81 por 100,000), seguida de una disminución en 2021 (75,28 por 100,000).
Durante el período 2019-2021, se observa una diferencia entre la mortalidad materna en áreas urbanas y rurales. Los datos muestran que, en todos los años analizados, las RMM en áreas rurales fueron más altas que en las áreas urbanas. En 2019, la mortalidad materna en áreas rurales alcanzó una cifra de 99.45 por 100.000 nacidos vivos, en contraste con 73.39 en áreas urbanas. En 2020, la RMM de la ruralidad también fue más alta con 92.30, frente a 77.5 en la urbanidad. Y en el año 2021, se registró en el área rural 76.82, mientras que en áreas urbanas fue de 74.78.
Mortalidad materna por provincia
En el año 2019 las RMM más elevadas a nivel nacional se registraron en las áreas rurales de determinadas provincias. Específicamente: Bolívar (233.64 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos), Chimborazo (222.82) y Morona Santiago (204.25) presentaron las cifras más altas en sus áreas rurales. Llama la atención el caso de Morona Santiago, donde también se reportó una RMM elevada en el área urbana (204.33), siendo la única provincia con valores altos y similares en ambos contextos.
En el año 2020 las RMM más altas nuevamente estuvieron en las áreas rurales, en este caso en las provincias de Santa Elena (206.44 muertes por cada 100.000 nacidos vivos), Esmeraldas (201.92), Loja (161.99) y Orellana (155.4).
En el año 2021, la diferencia entre el área rural y la urbana se acentuó aún más. Los sectores rurales con las RMM más elevadas se encontraron en Pastaza (403,23), Bolívar (398,41), Carchi (278,16) y Chimborazo (236,07). En contraste, la RMM más alta registrada en un contexto urbano fue la de Napo (194,30), aunque considerablemente inferior a las RMM rurales.
Ilustración 1 Mapa de riesgos a nivel provincial de RMM de Mortalidad Materna (Urbana/Rural)
Elaborado por: Karina Lalangui
Mortalidad materna por etnia
En el año 2019, la mortalidad materna mostró marcadas diferencias étnicas y territoriales. La etnia afroecuatoriana registró las RMM más elevadas: 412.28 muertes por 100,000 nacidos vivos en áreas urbanas y 323.1 en rurales. Por su parte, la etnia montubia también evidenció una importante diferencia con 183.82 en áreas urbanas y 402.41 en rurales. En contraste, las RMM para la población mestiza fueron más bajas y con diferencias leves entre zonas, se obtuvo una RMM de 67.17 urbana y 78.15 rural.
En el año 2020, durante el confinamiento por la pandemia COVID-19, la etnia mulata presentó las cifras más elevadas del año con una RMM de 632.91 en el área rural y 343.05 en el área urbana. Le siguieron la etnia montubia (RMM rural de 534.76 y 88.97 urbana); y la etnia afroecuatoriana con una RMM 491.8 rural y 150.68 urbana. En el caso de la etnia indígena, las RMM fueron también altas: 224.28 en la ruralidad y 178.28 en la urbanidad. En cambio, la etnia mestiza mantuvo RMM bajas y sin una diferencia territorial amplia (68.87 urbanas y 58.46 rurales).
En el año 2021 persistieron las desigualdades étnico-territoriales. La etnia afroecuatoriana encabezó nuevamente la mortalidad más alta con 379.51 por cada 100.000 nacidos vivos en área rural y 103.63 en área urbana, seguida por la etnia blanca, con un aumento en zonas urbanas (221.98) frente a una RMM de 0 en rurales. Las mujeres indígenas presentaron una RMM de 186.97 en el área rural y 119.31 en la urbana. La etnia montubia tuvo una RMM 172.12 rural y RMM 85.32 urbana. Por su lado, la categoría mestiza se mantuvo con los valores más bajos del conjunto: RMM 72.47 urbana y RMM 62.47 rural.
Mortalidad materna por grupo etario
En 2019 la mortalidad materna varía según la edad materna y el área geográfica, con un aumento sostenido en las RMM a medida que avanzaba la edad y marcadas disparidades urbano-rurales. Las RMM más bajas se registraron en adolescentes de 15-19 años con una RMM de 53.69 por 100,000 nacidos vivos en zonas urbanas y 46.26 en rurales. Mientras que en mujeres de 45-49 años la razón aumenta a 666.67 en áreas rurales y sin registros en zonas urbanas. En el grupo de 40-44 años las RMM alcanzaron 348.03 en áreas rurales y 143.37 en áreas urbanas confirmando un riesgo de mortalidad elevado en mujeres de edades más avanzadas, particularmente en contextos rurales.
En el año 2020, del confinamiento por COVID-19, los grupos más jóvenes registraron nuevamente las RMM bajas: 166.39 por cada 100.000 nacidos vivos en zonas urbanas y 0 en rurales para el grupo de 10-14 años; para el grupo de 15-19 años se registró una RMM de 46.13 en área rural y 52.63 en área urbana. En contraste, las mujeres de 40-44 años presentaron RMM elevadas de mortalidad: 240.83 en áreas urbanas y 302.48 en rurales. No se reportaron muertes en el grupo de 45-49 años en ninguna de las dos áreas, a diferencia del año anterior.
En 2021, el grupo de 10-14 años registró una RMM 0 en el área urbana y 369 en rurales; en el grupo de 15-19 años las razones fueron de 31.49 y 26.62, respectivamente. Las mujeres de 40-44 años registraron razones de 91.22 en áreas urbanas y 208.44 en áreas rurales. Por otro lado, el grupo de 45-49 años mostró un repunte, con 314.47 en áreas urbanas y 231.48 en rurales.
A continuación, la siguiente tabla refleja las diferencias étnico – territoriales y de edad expuestas:
Tabla 1. Características generales del número de muertes maternas, nacidos vivos y RMM en Ecuador del 2019-2021.
INTERSECCIONALIDADES | 2019-2021 |
||
RMM por 100.000 nacidos vivos |
|||
Urbano |
Rural |
Urbano / Rural |
|
Etnia | |||
Indígena | 151.7 | 233.3 | 192.4 |
Afroecuatoriano | 229.4 | 398.6 | 267.2 |
Negro/a | 62.4 | 0.0 | 47.7 |
Mulato/a | 107.6 | 188.0 | 125.5 |
Montubio/a | 118.2 | 366.1 | 199.1 |
Mestizo/a | 69.4 | 66.6 | 68.8 |
Blanco/a | 105.7 | 0.0 | 88.6 |
Otro/a | 39.2 | 115.5 | 58.5 |
Ignorado/a | 125.2 | 59.4 | 91.4 |
Edad | |||
10-14 | 77.5 | 197.1 | 111.2 |
15-19 | 44.7 | 42.1 | 44.0 |
20-24 | 60.9 | 73.1 | 63.7 |
25-29 | 63.2 | 76.3 | 66.0 |
30-34 | 94.1 | 89.6 | 93.1 |
35-39 | 144.1 | 221.3 | 161.7 |
40-44 | 158.0 | 283.2 | 188.5 |
45-49 | 105.5 | 847.5 | 307.2 |
Elaborado por: Karina Lalangui
Discusión
Los resultados obtenidos evidencian que la muerte materna en Ecuador golpea con más fuerza a las mujeres residentes en áreas rurales, afrodescendientes, montubias, indígenas y fuera del rango reproductivo normativo. Por lo tanto, desde los estudios de interseccionalidad propuestos por Kimberlé Crenshaw, se comprende como estas múltiples formas de opresión —por género, etnia, edad, clase, territorialidad, etc.— configuran una muerte materna territorializada, racializada y edadista [5].
Respecto a los resultados provinciales se halló un agravamiento, particularmente, en territorios amazónicos y andinos del centro-norte del país, lo que evidencia una profundización de las desigualdades territoriales incluso más allá del criterio urbano rural. El mapa también muestra que las provincias fronterizas como Orellana, Morona Santiago, Esmeraldas, Sucumbíos y Pastaza concentran altas razones de mortalidad materna reflejando problemas que pueden dar a entender que hay deuda del Estado con estas poblaciones. Cabe destacar, además, que dichas provincias también han tenido graves problemas de pobreza estructural [6].
En cuanto a los resultados por etnia es oportuno recordar que este estudio adopta un enfoque interseccional con una comprensión crítica y biopolítica de los conceptos de raza y etnia, distanciándose de conceptos coloniales, esencialistas o biologicistas. Por ello, es fundamental identificar de manera crítica estas categorías étnico-raciales que utilizan el INEC para referirse a personas afrodescendientes*
Términos como “negra” y “mulata”, como ya mencionan varios autores y autoras desde un enfoque interseccional y decolonial, provienen del sistema de castas coloniales y reproducen lógicas racistas aún presentes en los registros oficiales [7] [8]**
Por otro lado, la categoría “afroecuatoriano/a” resulta limitada al restringir la posibilidad de una autoidentificación más amplia dentro de la diáspora afrodescendiente [9]. Las clasificaciones actuales no contemplan esta diversidad interna, lo que invisibiliza identidades políticas, culturales y territoriales como afrocolombiano/a o afrodiaspórico/a [10]. Estas categorías, lejos de ser neutras, moldean la forma en que se comprende, representa y atiende la desigualdad racial en la formulación de políticas públicas que justamente como los datos demuestran afectan de mayor manera a un grupo frente a otro. Por lo tanto, sería importante que se revisen las categorías estatales porque pueden producir un marco que invisibiliza la experiencia afrodescendiente y sus diversidades.
Agregado a ello, existe una la categoría “ignorado/a” del INEC, como patrón sistemático de subregistro, el cual podría reflejar una omisión que diversos colectivos antirracistas han denunciado como un genocidio estadístico [11]. Esta ausencia de datos precisos impide la formulación de políticas públicas adecuadas y perpetúa la exclusión de los pueblos racializados de los sistemas de salud como lo menciona Doroty Roberts [12]. Lejos de ser neutrales, los registros del Estado funcionan como herramientas de violencia epistémica, produciendo un trato diferenciado hacia las personas no blancas, especialmente en contextos rurales donde convergen desigualdades territoriales, económicas y raciales. Este análisis, por tanto, parte de un uso crítico de los datos, reconociendo sus límites y su rol en la reproducción de la desigualdad.
Tomando en cuenta esa mirada crítica, aun así, los datos evidencian cómo la salud materna en Ecuador puede estar operando bajo una lógica de jerarquización de vidas, donde ser mujer afrodescendiente, montubia o indígena—especialmente en zonas rurales—representa un riesgo desproporcionado de muerte. Como Dorothy Roberts explica el racismo se inscribe en el derecho reproductivo, puesto que los sistemas de salud suelen reproducir estigmas, omisiones e indiferencia hacia los cuerpos racializados [12]. Esto se puede evidenciar desde el mismo registro mencionado que usa conceptos per se racistas.
Los datos de los tres años analizados muestran claramente que incluso en la urbanidad, en el caso de las mujeres afrodescendientes, la mortalidad materna es alta. En el caso de las mujeres indígenas también se repite esta situación donde tanto en la ruralidad como en la urbanidad se presentan niveles elevados de riesgo de mortalidad materna. No obstante, en el caso de las mujeres montubias, las RMM rurales llegaron a sextuplicarse y ponen en evidencia que puede existir una combinación letal entre exclusión territorial y vulnerabilidad étnica. Particularmente solo en el año 2020 existe un RMM alta en mujeres blancas que dejan en tela de duda también cómo o quién las categorizó como blancas y qué factores llevaron a que tengan de las RMM más altas entre todas las etnias.
En cuanto a los grupos etarios de los tres años analizados, las RMM más altas en mujeres de edades mayores a 40 años ponen en discusión si reciben las atenciones adecuadas a sus necesidades específicas en los centros de salud pública o son marginadas por gestar fuera del rango reproductivo normativo. A la vez, que niñas de 10 a 14 años aparezcan en las estadísticas de mortalidad materna —con RMM alarmantes en zonas rurales— evidencia la normalización del abuso y la desprotección estatal. Desde la perspectiva de Rita Segato, el control del cuerpo femenino mediante la coerción reproductiva opera como una estrategia del poder que solo reproduce sistemas de violencia [13]. En este caso, la maternidad forzada en niñas representa una de las formas más extremas de violencia patriarcal, al imponer la disponibilidad sexual y reproductiva sobre sus cuerpos.
Según un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la pandemia COVID-19, las desigualdades en el acceso a la salud sexual y reproductiva para mujeres embarazadas en América Latina se exacerbó, resultando en que un tercio de ellas no recibiera atención crítica por el colapso de servicios y el temor al contagio. Los datos de la OPS revelaron que en ocho países latinoamericanos el 90% de las 447 gestantes fallecidas por COVID-19 (entre marzo de 2020 y noviembre de 2021) llegaron a hospitales en estado grave, con partos prematuros (76,9%) y bajo peso de los recién nacidos (59,9%) [14]. Esto subraya el riesgo de mortalidad por la interrupción del control prenatal durante crisis y la fragilidad del sistema de salud en madres y recién nacidos en nuestra región. En esta investigación, también se ve que, durante la pandemia, aumentó la razón de mortalidad materna en áreas rurales, especialmente en 2021, posiblemente por la falta de controles en el año 2020 durante el embarazo.
Desde una perspectiva de género también es relevante considerar que antes de la pandemia, las mujeres en Ecuador ya dedicaban tres veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, y es posible que áreas rurales esa carga se haya intensificado al combinarse con labores productivas de fuerza [15]. Durante la crisis sanitaria, muchas priorizaron el cuidado de otros sobre su propia salud, lo que dificultó el acceso a controles prenatales y aumentó el riesgo de complicaciones. Esta desigualdad en el cuidado, profundizada por la pandemia, significa un agravante de vulnerabilidad en salud materna [16].
Estudios en otros países revelan también esta brecha de mortalidad materna entre las áreas rurales y urbanas. Por ejemplo, la investigación Rural–Urban Disparities in Adverse Maternal Outcomes in the United States, 2016–2019 de Harrington et al demuestra también mayores tasas de ingreso y mortalidad materna en UCI en las zonas rurales que en las urbanas, con aumentos estadísticamente significativos de la mortalidad materna en todas las zonas entre 2016 y 2019 [17]. De igual forma la Norma Nacional del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Mortalidad Materna de Bolivia reveló que la mortalidad materna representa un problema nacional, pero que afecta mucho más a mujeres de grupos sociales excluidos de las ciudades, periferia y área rural [18].
Una de las limitaciones de este estudio es que esta exploración cuantitativa no realiza un proceso estadístico de asociación entre variables como pobreza y la mortalidad materna. Por otro lado, los conceptos étnico-raciales de la base estadística del INEC no presentan la metodología para determinar esas categorías y si esta información se levantó por autoidentificación o criterio del personal de salud. En las bases de datos existen categorías como “otro” o “ignorado” para etnia o edad lo cual no indican la población estudiada.
Además, dado que se trata de un estudio ecológico con datos agregados a nivel poblacional, no es posible establecer asociaciones causales a nivel individual. Sin embargo, los patrones territoriales y demográficos aquí identificados constituyen una base clave para la formulación de hipótesis y el diseño de futuras investigaciones con mayor poder explicativo.
Una de las fortalezas de este estudio es que al mapear territorialmente los casos y contextualizarlos desde una perspectiva interseccional, se genera evidencia clave para repensar el diseño de políticas públicas en salud que incorporen criterios de equidad, territorialidad e interculturalidad. Puesto que para el campo es urgente reconocer a las mujeres como sujetas de derechos, con voces, necesidades y saberes diversos que deben ser incluidos en el diseño de políticas públicas que incidirán en su vida. Así, este trabajo aporta elementos para fortalecer una respuesta estatal más inclusiva y sensible a las realidades de las mujeres históricamente marginadas.
En cuanto a la relevancia de este estudio para la salud pública y estudios de género, es importante destacar que los datos reflejan una urgencia de repensar la salud materna como un derecho de las mujeres. Estas muertes no solo son tragedias individuales, sino que ponen en la mesa que también es negligencia y abandono del Estado a mujeres en situación de vulnerabilidad geográfica, étnica y etaria. Aunque el marco jurídico ecuatoriano —alineado con instrumentos internacionales— reconoce el derecho a una maternidad segura, los resultados analizados entre 2019 y 2021 muestran una brecha entre dichos instrumentos y su cumplimiento efectivo.
Esta geografía de la muerte materna en Ecuador delata una omisión sistemática por parte del Estado en garantizar las condiciones del pleno del derecho a la vida y la salud en estos territorios históricamente marginados. Expresa, a su vez, las diferencias en la distribución de los procesos de salud y enfermedad de acuerdo con los determinantes sociales de los territorios [19].
Si bien este estudio no asocia directamente determinaciones como el acceso a servicios o la infraestructura sanitaria, los datos de mortalidad materna consistentemente se concentran en provincias que están profundamente atravesadas por la pobreza [20]. Pobreza que es tarea del Estado reducir. Esta realidad contextual, sumada a la necesidad de las mujeres embarazadas de movilizarse a ciudades más grandes para acceder a atenciones o equipamiento médico especializado, configura riesgos desproporcionales de acuerdo con su residencia, etnia o edad [21]. Es precisamente en la intersección de estas vulnerabilidades –la pobreza, la ruralidad, las barreras geográficas, la edad y la pertenencia étnica– donde las mujeres corren el riesgo de fallecer por causas evitables durante el embarazo, parto o puerperio.
Como argumenta la epidemióloga Nancy Krieger, la salud no puede desvincularse del entramado de los procesos sociales, políticos y económicos [22]. La distribución geográfica de la mortalidad materna en Ecuador muestra la desatención a este grupo prioritario no solo por la posible falta de atención médica, sino que se manifiesta en la negación cotidiana de los derechos más básicos, afectando de manera desproporcionada a quienes habitan cuerpos y territorios subalternizados***
La coincidencia de las provincias con mayor pobreza en Ecuador—Napo, Morona Santiago, Pastaza y Orellana—con las altas razones de mortalidad materna rural refuerza esta perspectiva de abandono y marginación territorial en la región amazónica [20]. La riqueza en producción petrolera de estas provincias contrasta con la pobreza y la falta de inversión social de sus poblaciones. Esta situación, según Vandana Shiva, se enmarca en una lógica colonial y patriarcal del desarrollo capitalista extractivista que marginaliza a mujeres y territorios indígenas. Así, la falta de integración de enfoques interculturales e interseccionales y el debilitamiento de los sistemas de salud comunitarios en estas zonas productivas perpetúan una dependencia de servicios centralizados y geográficamente inaccesibles [23].
Conclusiones
Este estudio tuvo como objetivo analizar las disparidades rural-urbanas en la mortalidad materna en Ecuador entre 2019 y 2021 desde un enfoque interseccional, revelando patrones de desigualdad territorial, étnica y etaria que deben ser abordados en futuras investigaciones para la formulación de nuevas las políticas públicas.
Los datos analizados revelan que los cuerpos subalternizados —de mujeres rurales, racializadas, fuera del rango reproductivo normativo y en provincias en contexto de frontera y pobreza— enfrentan en Ecuador una maternidad atravesada por múltiples determinaciones socioespaciales que configuran, en muchos casos, una sentencia de muerte.
Este estudio, además, ha evidenciado que existe un desafío de salud pública en la recolección de datos estadísticos al usar conceptos racistas en categorías como negra o mulata. Esto invisibiliza los distintos rostros de las mujeres rurales y las condiciones inherentes de su salud materna. Por ende, también obstaculiza la creación y aplicación de políticas públicas en salud aterrizadas a las diferentes realidades y necesidades.
Finalmente, la temporalidad de este estudio ha demostrado que la pandemia por COVID-19, y el confinamiento, exacerbó estos patrones de vulnerabilidad en salud, revelando con crudeza que la muerte materna no es un hecho aislado, sino el síntoma de un sistema profundamente desigual donde la vida de ciertas mujeres continúa siendo más prescindible que la de otras.
Los sistemas de salud y atención prenatal deben integrar en su diseño, ejecución y sistemas de información la interseccionalidad de vulnerabilidades aquí expuesta, tomando en cuenta perspectivas de género y salud intercultural, así como los esfuerzos en recursos humanos y financieros necesarios y oportunos para evitar más muertes de mujeres embarazadas en el Ecuador.
Bibliografía
Notas al pie
* La etnia remite a procesos de autoidentificación cultural, lingüística y territorial, muchas veces instrumentalizados por el Estado para clasificar poblaciones bajo lógicas administrativas y de control. La raza no se concibe como una categoría natural o genética, sino como una construcción histórica y social que ha sido utilizada para jerarquizar cuerpos, territorios y conocimientos a lo largo del proyecto colonial moderno [7].
** Los términos "mulato" y "negro" tienen orígenes coloniales profundamente racistas. "Mulato", derivado de "mula", deshumaniza a los descendientes de africanos y europeos, asociándolos con impureza y situándolos en una jerarquía racial inferior dentro del sistema de castas colonial. Este término, al igual que "negro", fue usado para justificar la dominación y el blanqueamiento social. Mientras "negro" fue utilizado por colonizadores para despojar de humanidad a los africanos esclavizados, hoy en día solo es reivindicado por personas afrodescendientes; su uso por personas no afro es considerado violento y racista [8].
*** Cuerpos diferentes, memorias, lenguajes, historias, diversidades que salen fuera de la imposición eurocéntrica de cuerpos blancos.