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Herrera Ramírez D. El infarto del alma. Práctica Familiar Rural. 2018 marzo; 4(1).
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EDITORIAL
El infarto del alma
Herrera R. Diego*
*Saludesa Santo Domingo
DOI: https://doi.org/10.23936/pfr.v4i1.46
Todos los días veo correr a los médicos y a las enfermeras de un trabajo a otro, los cirujanos y anestesiólogos salen rápidamente del quirófano, a la siguiente cirugía en otra clínica, los residentes doblan las guardias nocturnas en dos instituciones, el fin de semana viajan muchos kilómetros, para mirar unas horas a sus familias. Mi percepción es que todos están cansados y realzan su trabajo con poco entusiasmo.
Vivimos no solo los médicos, sino toda la sociedad, un nuevo fenómeno denominado “la sociedad del cansancio”, esto se puede visualizar con una metáfora, el hombre de la modernidad tardía se compara con el Prometeo cansado, un ser agotado que es constantemente devorado por su propio ego, es víctima y verdugo a la vez, y su falsa libertad es una condena de autoexplotación (1).
La sociedad actual, ya no busca grandes utopías, ni los profesionales buscan transformar la sociedad. La condición humana se ve limitada a los resultados de su trabajo, vivimos en un estado de somnolencia por nuestro exceso de positividad producto del aumento de nuestro rendimiento que nos conduce a enfrentarnos con nuestro límite, provocando el “infarto del alma”, en una nueva sociedad de rendimiento que produce fracasados y deprimidos por no estar "a la altura".
Han Byung-Chul filósofo que describió, "La sociedad del cansancio", estudia el discurso social sobre las enfermedades en cada época histórica; en la actualidad, una vez superado el discurso de las enfermedades infecciosas del siglo anterior, en las que predominaba la metáfora de guerra o invasión de agentes externos y la respuesta inmunológica del organismo, nos encontramos en el siglo XXI con enfermedades que no son producidas por “agentes externos” sino de tipo neuronal. Han dice que estas enfermedades son infartos ocasionados no por la "falla del sistema inmunológico", sino por exceso de positividad. Para Han el exceso de positividad, al no encontrar ningún intruso ni extraño, se instala. El ataque y la defensa, que son determinantes en la inmunología, no sirve cuando el enemigo es un mismo y su positivismo, lo que provoca un hastió, un cansancio que se establece como una enfermedad neuronal, un infarto del alma... (2)
El excesivo positivismo, cambia el paradigma, pues al ser un sistema dominado por la sobreabundancia de lo idéntico, no tiene sentido que el sujeto fortalezca las defensas del organismo, de este modo, serán el agotamiento, la fatiga y la asfixia las manifestaciones de una nueva forma de violencia inmanente al propio sistema y que se denomina la violencia neuronal.
Un ejemplo de cómo funciona la tesis de Han, es el slogan de la campaña para la presidencia de los Estados Unidos de Barack Obama "si se puede", replicado en estadios, colegios y universidades, de todo el mundo. Suena como un eslogan empoderador, que indica nuestra libertad y nuestro potencial ilimitado, pero según Han, esta es una libertad ilusoria porque el mensaje que se incluye dentro de "si, podemos" es "si, deberíamos".
En lugar de vivir en una sociedad disciplinaria del pasado, donde nuestro comportamiento estaba claramente regulado por las prohibiciones y mandamientos de la sociedad, ahora vivimos en una sociedad de logros, en el que sucumbimos voluntariamente a la presión de lograrlo. Nos hemos convertido en esclavos de la cultura de la positividad, subyugados por el imperativo "si, debemos". En lugar de contemplar cuidadosamente si perseguir o no un objetivo, el mero conocimiento de que podríamos lograrlo nos obliga a esforzarnos por alcanzar ese objetivo.
Comprando en la cultura del "si, podemos", nos encadenamos a una vida de auto explotación y estamos cegados por la pasión y la determinación, hasta que colapsamos. Continuamos tras nuestras metas u objetivos, visiones, emprendimientos, hasta que nuestras mentes y cuerpos se cierran y es por eso que vivimos en un estado continuo de agotamiento y fatiga. Han no ve la multitarea como un signo del progreso de la civilización. La multitarea es un indicador de regresión porque produce un estado de atención amplio, pero más bien superficial y, por lo tanto, impide la contemplación verdadera del mundo (2).
En medicina los signos de Infarto del Alama son estudiantes de pregrado a quienes no les interesa aprender, residentes que no quieren ver pacientes, tratantes que miran al paciente como un turno más de los que debo atender en este día, médicos trabajando en un hospital público y cuatro clínicas privadas, todos cansados de la medicina y de sus pacientes.
Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura, requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda. Por lo tanto, la primera idea de Han es la de proponer abrir espacios para lo que él denomina un aburrimiento profundo u observación profunda, como punto álgido de la relajación espiritual. Esto permite, en contra de la duda moderna cartesiana, el asombro, que es el carácter fundamental ligado a la experiencia del Ser. Con esto, Han profundiza en el proceso de la vida contemplativa ante la “vida activa”. La “vida contemplativa” significa una pedagogía del mirar, de la atención profunda y critica, y la tercera propuesta, es frenar nuestros impulsos (2).
Como decía Nietzsche, la visión trágica del mundo, antítesis del positivismo, nos ayuda a controlar nuestros instintos que inhiben y ponen término a las cosas, vida y muerte, nacimiento y decadencia de lo finito, que se encuentran entrelazados. Esto no es una posición pesimista, al contrario, es una posición heroica, un asentimiento jubiloso incluso a lo terrible y lo horrible, a la muerte y a la ruina. Estar conscientes de que el conocimiento fundamental de que todas las figuras finitas son sólo olas momentáneas en la gran marea de la vida. El hundimiento de lo finito no significa la aniquilación total, sino la vuelta al fondo de la vida de donde surge todo lo individualizado. Este vaivén entre lo finito y lo infinito lo denomina Nietzsche como la contraposición entre lo Apolineo y lo Dionisíaco. Apolo representa a través de la belleza lo elevado, lo racional; en tanto que Dioniso, Dios de la vendimia, del vino, representaría lo terrenal, la sensualidad; dos figuras que se las supone antagónicas, pero dos conceptos inherentes a la vida e imprescindibles en todo proceso creativo. (3)
Referencias bibliográfica