Cómo citar este artículo
Molina, C., Moya, D., Molina, P., Astudillo, Y., Morales, A. COVID-19. Emergencia y emergentes: desafíos éticos de la investigación y atención desde los contextos del Sur. Práctica Familiar Rural. 2020 marzo; 5(1).
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BIOÉTICA
COVID-19. Emergencia y emergentes: desafíos éticos de la investigación y atención desde los contextos del Sur
Juan Camilo Molina[1], Diego Moya[2], Paulo Molina Bolívar[3], Yanara Astudillo[4], Andrea Morales[5]
1. Universidad UTE. Presidente del CEISH de la UTE. Colombia
2. Institute for Applied Sustainability Research (IIASUR), profesor de la Universidad Técnica de Ambato, Departamento de Ingeniería Química y del DPT (Ciencia y Soluciones para el Cambio Planetario) del Grantham Institute-Imperial College. Ecuador
3. Estudiante Doctorado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) – Argentina. Red de Docentes investigadores de Bogotá. Colombia
4. Bióloga, Profesora de la Universidad UTE. Ecuador
5. Institute for Applied Sustainability Research (IIASUR), Cardiff University, Faculty of Medicine. Ecuador
Doi: https://doi.org/10.23936/pfr.v5i1.151
Recibido: 25/02/2020 Aprobado: 20/03/2020
Resumen
Este artículo reflexiona sobre algunos debates que han surgido en contextos “emergentes” frente a las formas de abordar la “emergencia” provocada por la presencia y expansión del COVID 19, desde sus alertas generadas a finales de 2019 hasta las declaratorias de pandemia en marzo de 2020.
Así, desde un enfoque interdisciplinar, revisa los desafíos para la aplicación de parámetros éticos en la investigación y atención en salud acerca de la prevención, tratamiento y comunicación en torno al COVID 19, así como a una revisión crítica de los hitos de las políticas que se han aplicado en una sociedad del riesgo, hiperconectada digitalmente, con un énfasis urbano-global (que invisibiliza lo rural-local) y atravesada por desigualdades profundas en los recursos y transferencia de conocimiento del Sur global que requieren un análisis diferenciado.Palabras clave: Covid19, bioética, sociedad del riesgo, contextos emergentes, comunicación.
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Covid 19. Emergency and emerging actors: ethical challenges of research and care from Southern contexts
Abstract
This article reflects on some of the current debates in “emerging” contexts regarding the ways to approach the “emergency” caused by the presence and expansion of Covid19, from its beginning alerts generated in late 2019 to the declarations of pandemic in March 2020.
Thus, from an interdisciplinary approach, it reviews the challenges to apply ethical parameters in research and health care about prevention, treatment and communication around the Covid 19, as well as a critical review of the milestones of the policies that have been applied in a risk society, digitally hyperconnected, with an urban-global emphasis (and that makes rural-local invisible) and crossed by deep inequalities in resources, and knowledge transfer from the global South that require differentiated analysis.
Key words: Covid19, bioethics, risk society, emerging contexts, communication.
Hay décadas en las que no pasa nada; y hay semanas en las que pasan décadas
(Atribuida a P.I. Lenin)
Esa cosa diminuta, invisible, como un puercoespín y una flor y una corona sin cabeza, echando abajo la arrogancia de la riqueza, burlando la falsedad del interés y los valores y desmintiendo sus tiempos, y borrando las fronteras entre los humanos.
Carolina Sanín (1)
El presente artículo se divide en tres partes: primero, una descripción general sobre el surgimiento y significado de la pandemia a consecuencia del COVID-19, desde sus precedentes, advertencias y evolución desde diciembre de 2019 a marzo de 2020. Segundo, se realiza una aproximación a las respuestas realizadas por algunos países, detallando y describiendo algunas de las estrategias contención, además del significado que subyacen a sus modelos. Finalmente, se analizan diversas implicaciones que sirven para repensar los impactos sociales y éticos en el diseño sociopolítico y las repercusiones que tiene para la configuración social.
Cabe mencionar entonces que la mirada de este texto (con sus alcances y limitaciones) es el debate interdisciplinario a partir de la bioética, en el sentido amplio que apelaba Potter del cuidado de la vida en todas sus formas y de la ética como el resguardo de lo común y lo propio, con una mirada crítica desde la biopolítica a los desafíos y oportunidades que el impacto del COVID-19 plantea a nuestras sociedades.
1. Coronavirus y advertencias del riesgo de pandemia
En diciembre de 2019, una epidemia de neumonía (COVID-19), de etiología desconocida, causada por un nuevo tipo de Corona Virus, inició en la Ciudad de Wuhan, Provincia de Hubei- China. Esta nueva cepa pertenece a un grupo de seis tipos de Co-V que en humanos provoca infecciones respiratorias, con un amplio espectro, desde patologías leves como resfriados (HKU1, NL63, OC43 y 229E), hasta graves como el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) (2).
En las últimas décadas se documentaron brotes causados por dos de estos tipos virus. El Síndrome Respiratorio de Oriente Medio causado por el virus (MERS- COV) se reportó por primera vez en Arabia Saudita en el año 2012 y desde entonces se han notificado casos en 27 países un total de 2,494 casos (2). Por otra parte, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), fue identificado en Asia en 2003 (3). Según información del Organización Mundial de la Salud, esta patología ha sido detectada en 26 países y se registraron más de 8,000 casos (3). Mientras que, en febrero del 2020 se reportaron más de 10,000 casos de COVID-19 en China y 123 casos fuera del país asiático, con una tasa de mortalidad que varía entre el 2 y el 4% según la zona geográfica (4). Respecto al origen del nuevo corona virus (SARS- CoV.2) se han generado varias hipótesis. En un principio se apuntó a un origen animal, ya que este tipo de virus tiene la capacidad de transmitirse de una especie a otra y adaptarse causando enfermedades denominadas “zoonóticas” (5) por lo que se propuso que el brote pudo haberse ocasionado en el entorno de un mercado de Wuhan en el que comercializaban animales. A partir de esto, se comparó al SARS-CoV-2 con otras especies de coronavirus encontradas en mamíferos, con los primeros genomas analizados de los murciélagos y el pangolín, encontrando similitudes entre el virus humano y el del pangolín. Estos y otros hallazgos sirvieron a la vez para descartar supuestos de que se trataría de un virus creado o modificado en laboratorio (6).
Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró el brote de coronavirus (COVID-19) como pandemia el 11 de marzo de 2020 debido a la rápida propagación del mismo en 114 países, “todos los países deben buscar un buen equilibrio entre proteger la salud, minimizar los efectos adversos en la economía y la sociedad y respetar los derechos humanos” (7) a lo que se añade la dificultad de su detección temprana dado que su período de incubación se entre 2 y 14 días (y en algunos casos hasta 27 días). Al cierre de la actualización de este artículo se reportaban 1.374,564 casos, de los cuales 1.002,048 activos (95% en condiciones leves y 5% en situación grave o crítica) y 371,617 casos cerrados (de los cuales 79 % recuperados/con alta y 21% (77,316) fallecidos) (8).
En medio de esta pandemia, se encuentra la tensión entre su alto nivel de contagio de baja letalidad pero que afecta con mayor gravedad a población vulnerable ante el COVID-19 (9) (en la paradoja de Rose para un sistema de salud, con mayor daño por consecuencia de un contagio alto de una enfermedad de riesgo leve) lo que implica su riesgo por la letalidad asociada a su transmisibilidad e impacto sanitario. Por este motivo, la propagación del COVID-19 y su amenaza a los sistemas de salud ha significado un desafío al desarrollo y la aplicación de principios bioéticos a la emergencia sanitaria, tanto en su atención como en la investigación relativa a metodologías y nuevas vacunas. Por ejemplo, en el año 2005 la OMS realizó una lista de verificación como parte del plan de preparación frente a una posible pandemia por influencia, cuyo protocolo fue actualizado en el año 2009 e inclusive se pueden encontrar ejercicios de simulación en su página web(a). Sin embargo, y a pesar de ser un documento público, se mantuvo como un ejercicio de simulación de un escenario poco plausible, por lo que no se generaron listas, protocolos o un reglamento sanitario internacional al respecto.
De igual modo, otros simulacros alertaban de la capacidad que una pandemia por coronavirus podría generar con datos críticos en la peor situación, en la que aproximadamente a 65 millones de personas a nivel mundial, con datos abiertos de los cuales los organismos oficiales debían estar al tanto (10). De hecho, declaraciones como la de la ex directora de Salud de la OMS, Gro Harlem Brundtland, atienden al peligro de una pandemia causada por un patógeno originado provocando una patología de vías respiratorias que además de acabar con muchas vidas podría destruir la economía y causar un caos social (10). Si bien algunas propuestas mencionaban la posibilidad de un origen sintético del COVID19, los estudios más recientes “señalan con claridad que no es una construcción de laboratorio o un virus manipulado a propósito” (6).
Adicionalmente, después del brote de Ébola en África Occidental 2014-2016, la OMS diseñó un modelo global tecno-gerencial para el control de epidemias. Este modelo amplía el ámbito del Reglamento Sanitario Internacional de 2005 y extiende compromisos de los gobiernos en términos de planificación centralizada, vigilancia, modelado/simulación y capacidad de predicción, financiación e instrumentos de seguros, investigación y desarrollo de medicamentos/vacunas, equipos de respuesta rápida y más (10). Todo esto en un espíritu de "nunca más".
2. Estrategias y respuestas frente a la emergencia
Pese a estos estudios previas y la amenaza que representaba el nuevo brote en China y su expansión a otros países, se tomaron pocas o nulas medidas ante la propagación del virus a nivel mundial y la sospecha de una pandemia se vio con escasa probabilidad, lo que resulta llamativo en medio de una sociedad del riesgo (11). En ese sentido, uno de los puntos de análisis es la poca capacidad de reacción de la gobernanza internacional para hacer frente al Covid-19, las dificultades para toma de decisión de países y organizaciones que lideran las decisiones mundiales, las dificultades de gobiernos para tomar las medidas necesarias para frenar la expansión de la enfermedad, entre otras cosas, por la falta de aplicación y socialización de protocolos y también de la comunicación efectiva para que la población tomara las precauciones, tres meses después de los primeros casos.
La declaratoria de epidemia del COVID-19 pone a prueba entonces los supuestos del modelo global en un ambiente donde China, África y Latinoamérica deberían intensificar sus relaciones en el marco del control sanitario. Sin embargo, los sistemas de salud de los dos últimos y sus sistemas políticos dejan al momento cuestiones abiertas sobre la posibilidad de un modelo regional emergente, la transferencia de conocimiento y capacidades para la región, por ejemplo, a partir del brote del Ébola en África, así como las dimensiones y límites de las estrategias para enfrentar con “éxito” al brote del COVID-19 a marzo 2020, lo que se desarrolla a continuación.
La estrategia China
Al 6 de abril de 2020, China reporta un total de 81,708 casos, 3,301 muertos, cerca de 77,708 curados, y principalmente sin nuevos casos locales de COVID-19 (12). Pero ¿Cómo redujo los reportes de nuevos casos diarios casi a cero fuera del epicentro de la infección, en la Provincia Hubei? China implementó una mezcla de técnica ancestral (cuarentena – agresiva) de control de enfermedades infecciosas con la más alta tecnología (inteligencia artificial, Big Data y ciencia de los datos) para lograr una exitosa campaña de contención del virus sin precedentes (13). China está utilizando métodos computacionales sofisticados en una escala que nunca se intentó en Occidente. Esta mezcla estrategia-alta tecnología le permitió mostrar al mundo una lección muy importante: la velocidad de los esfuerzos para contener el virus.
La cuarentena: el 23 de enero (aproximadamente 800 casos en Hubei), más de 11 millones de personas se encerraron en Wuhan. El transporte público paró totalmente. Solo vehículos con permisos especiales podían circular. Nadie podía entrar o salir de la ciudad ni por aire, ni carreteras, ni trenes. Fueron ordenados de quedarse en casa. Estas limitaciones en interacciones humanas de todo tipo son el factor principal para reducir el riesgo de transmisión. Pocos días después, en 15 ciudades se impusieron las mismas medidas, restringiendo el movimiento de 60 millones de personas aproximadamente (14), lo equivalente al 90% de la población del Reino Unido. Hoy más de 150 millones de ciudadanos de China están en cuarentena, equivalente al 46% de la población de los Estados Unidos.
La tecnología: los algoritmos del gobierno chino pueden estimar la probabilidad que un vecindario determinado o incluso un individuo esté expuesto a COVID-19 haciendo coincidir la ubicación de los teléfonos inteligentes con las ubicaciones conocidas de individuos o grupos infectados. Las autoridades usan esta información para usar recursos médicos limitados de manera más eficiente, por ejemplo, dirigiendo las pruebas del virus a sujetos de alto riesgo identificados por el algoritmo de inteligencia artificial (15). Mediante WeChat App se implementó un sistema de Big Data, de códigos “semáforo” que aparecen en el teléfono inteligente al escanear un código QR: verde si no hay peligro; naranja para los que han visitado zonas sin riesgo durante los 14 días previos; rojo para los que deban permanecer en cuarentena. El código semáforo se implementó a todo nivel: transporte, trabajo, viviendas, edificios de servicios, restaurantes, centros comerciales y más. Así, si un vecino o un compañero de trabajo es ingresado por el virus, el código saldrá rojo, le negarán el acceso y le mandarán a casa a hacer cuarentena (16).
Mientras en el mundo occidental, Europa - Estados Unidos - Reino Unido, se debaten los pasos a seguir en el control de la pandemia, China ha mostrado que el tiempo de respuesta es la esencia para el control del brote. Por ejemplo, la posibilidad de uso de los teléfonos inteligentes con GPS habilitados que proporcionan a los proveedores de telecomunicaciones un registro preciso del itinerario del usuario no se ha contemplado y es un punto de debate. Esto permitiría determinar espacial y temporalmente la evolución del contagio a una resolución muy fina, lo cual resulta en una toma de decisiones más efectiva. Los usuarios de teléfonos inteligentes en los países occidentales pueden acceder a sus propios datos, pero las leyes de privacidad impiden que el gobierno recopile estos datos a diferencia de China que no tiene tales restricciones. La declaración de privacidad de WeChat y AliPay indica que, para acatar la ley local del gobierno de China, las compañías pueden retener, guardar y poner a disposición de las autoridades locales cualquier información personal durante un tiempo indefinido – todo esto en caso de una investigación criminal (17).
A nivel del sistema de salud, más de 20,000 médicos de toda China viajaron a la provincia Hubei para ayudar a tratar pacientes (18). La construcción de hospitales exclusivamente para pacientes infectados tomo solo días, con el fin de mantenerlos aislados. Todo esto sin descuidar a otros tipos de pacientes dentro del sistema. Se incrementó el tiempo de las prescripciones médicas de uno a tres meses (19). Además, los pacientes pueden ahora pedir sus prescripciones por internet usando WeChat App. Las pruebas, incluyendo los resultados negativos y tratamientos, son libres de costos. Esto le está permitiendo estabilizar la curva de casos acumulados, mientras que los casos a nivel mundial siguen un comportamiento exponencial junto con el número de muertes. Como se mencionó anteriormente, la lección más importante de China es la velocidad de los esfuerzos para contener el virus. Desde el encierro de Wuhan que se implementó horas después de ser anunciado, incluyendo los hospitales solo para pacientes infectados con el virus, hasta la alerta temprana al público acerca de los síntomas de la infección, han permitido que hoy China empiece a controlar el brote.
La comunidad científica China también ha jugado un papel importante en enfrentar a este brote a nivel mundial. Los datos abiertos y la ciencia abierta han demostrado que la ciencia está para el progreso de la humanidad. El hub de datos y conocimiento del COVID-19 recopila al momento más de 3,500 set de datos y más de 3.300 documentos (artículos, estudios clínicos, revisiones de literatura) (20). Adicionalmente, el gobierno Chino implementó una plataforma de acceso a los datos que ha permitido generar más conocimiento alrededor de esta pandemia y que se pueda utilizar (dicho conocimiento) en lugares fuera de China.
Estrategia de Corea del Sur
La estrategia sanitaria de Corea del Sur ha permitido que la mortalidad sea del 0.6%, la más baja de todos los países. Fortaleciendo el diagnóstico y aislamiento masivo y a altas velocidades ha permitido mantener su baja tasa de mortalidad. Una vez identificado el grupo donde se originaron los primeros infectados, se realizaron 200,000 pruebas a todas personas pertenecientes a ese grupo y se aislaron a los infectados. Corea del Sur, con 50 millones de habitantes, analizó a más de 20,000 personas por día (21). El gobierno financia y garantiza el abastecimiento de los kits de prueba por medio de cuatro compañías privadas; las pruebas son gratuitas a la ciudadanía. Una red de laboratorios públicos y privados fue creada en todo el país para agilizar el análisis de los test. Los ciudadanos se acercan a un lugar designado (alejado de ciudad y centros hospitalarios) y los profesionales de la salud toman la muestra sin que el ciudadano se baje del vehículo (22). En el mismo día, los ciudadanos reciben los resultados y si es positivo, obligatoriamente inicua la cuarentena de dos semanas. Esto permitió identificar que solo el 10% de los contagiados necesitaban hospitalización lo cual desencadenó en una planificación adecuada de la oferta de los servicios de salud y una tasa de mortalidad baja. Aunque escuelas y oficinas están cerradas, Corea del Sur no tuvo la necesidad de restringir la movilidad. El uso de la tecnología (aunque tiene sus críticas) también permitió levantar alertas en los ciudadanos de las zonas infectadas y así evitar su acercamiento, maximizando el aislamiento. Estas medidas lograron contener la extensión de la epidemia y brindar servicios de salud a los contagiados sin colapsar el sistema de salud general.
Estrategias en discusión
Las estrategias equivocadas se originan en los sistemas de salud y en las decisiones políticas de salud públicas. En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, su sistema de salud es uno de los más caros del mundo, lo que ha significado un fracaso en la forma de detectar nuevos casos de coronavirus en su etapa inicial. La escasez de pruebas para detectar casos de covid-19, su acceso y su precio (en el caso de dar negativo), junto con los altos costos de seguros médicos han resultado en que Estados Unidos esté en el primer lugar en casos reportados positivos a nivel mundial (367,004 casos al 6 de abril de 2020) (23). En el caso del Reino Unido, que con 2,644 casos confirmados (al 20 marzo 2020) ocupa el décimo puesto en contagios a nivel mundial y uno de los sistemas de salud más fuertes del mundo, inicialmente no se impuso medidas estrictas de cuarentena como lo hicieron otros países de la región. Sin embargo, los líderes políticos de esta nación rectificaron y empezaron a promover el evitar todo contacto social no esencial, trabajar desde casa, abstenerse de ir a bares, restaurantes, teatros, cines y otros eventos sociales. En Latinoamérica las estrategias equivocadas son más constantes.
Los casos en América Latina han pasado en dos semanas de 2,150 (al 20 de marzo de 2020) a 34.166 (el 6 de abril de 2020), con el riesgo de una infección exponencial latente, lo que se agrava si se tiene presente la baja toma de pruebas(b). Esto se agrava con la carencia de decisiones rápidas, agresivas y efectivas por parte de los tomadores de decisiones políticas. Se puede observar una serie de medidas cuestionables. Una epidemia de desinformación motivada por una débil comunicación de alto riesgo de contagio del COVID-19 hacen que la población latinoamericana se encuentre altamente vulnerable a ser infectados (24). En México, se minimizaba la gravedad de la pandemia, ignorando las recomendaciones mantener distancia social en actos públicos (25).
Asimismo, en algunos países se ha observado una pugna entre el gobierno nacional y los gobiernos locales. En Ecuador, las decisiones se tomaron de acuerdo al aumento del número de infectados por el COVID-19. En su capital, Quito, su alcalde declaró en emergencia sanitaria al Distrito Metropolitano de Quito el 12 de marzo de 2020 (26), a pesar de la minimización del hecho por el gobierno nacional que recién toma acciones más agresivas el 16 de marzo. Estos días fueron decisivos en la expansión y transmisión del brote, cuyo principal impacto se observa en el alto número de casos (70%) de la segunda ciudad más importante de Ecuador, Guayaquil. En Colombia, se da una situación similar especialmente entre la Nación y el Distrito capital de Bogotá, donde la financiación de la crisis y el quehacer en materia de contención y atención al desarrollo epidemiológico dejan entrever la ausencia de liderazgo nacional, y la dicotomía que trae consigo la priorización de la economía o de la salud como principio de la acción pública.
A la postre esta tensión se ha decantado en la implementación de acciones que priorizan medidas de confinamiento, y políticas asistencialistas que develan la ineficiencia del sistema de salud público y privado, la crisis de las políticas neoliberales en los ámbitos de servicios esenciales, y ha relevado las profundas desigualdades sociales de esta sociedad, que, por decir lo menos, se manifiestan en largas filas para acceder al “beneficio” que da el Estado. En Brasil, la pugna entre gobiernos federados que optaron por el aislamiento entró en contradicción con el gobierno central que omitió estos protocolos
Entretanto, lo que se devela como punto común en los países latinoamericanos es el mayor colapso de sus sistemas de seguridad social, entre otros, que se expresan de manera visible sobre la demanda en atención a infectados con COVID-19 que al mismo tiempo no puede descuidar la demanda de pacientes con otras enfermedades. Esa sobredemanda hace que los insumos médicos y de limpieza cada día vayan disminuyendo progresivamente. Por tanto, el desabastecimiento es latente, así, mascarillas, camillas, respiradores mecánicos, monitores de signos y otros equipos son generalmente importados a Latinoamérica (27). La escasez de estos productos, equipos e insumos provocarían un colapso de los sistemas de salud, lo cual implicaría un alto número de infectados sin poder ser tratados y el eminente incremento de número de muertos. Otro de los puntos en los que se observa esta debilidad, es la falta de plataformas tecnológicas, en laboratorios públicos y privados, para el diagnóstico de las pruebas. La centralización de prestación de servicios y la falta de desarrollo de este tipo de tecnología recae igualmente en la dependencia de las importaciones tanto en equipo como en insumos. Esto agudiza no solo la falta de atención sino también en una poco fiable estadística nacional y comparada(c). Ello contrasta con la determinación como la China para establecer medidas que permitan en el corto tiempo la atención de personas contagiadas en términos de infraestructura y de insumos para su atención.
Intervenciones en salud pública a partir de contextos de contagio: rutas a seguir
Un reciente estudio por el Imperial College London revela que ante la ausencia de una vacuna para el COVID-19, un número de intervenciones no farmacéuticas en la salud pública jugarían un rol crítico para reducir las tasas de contacto en la población y, por lo tanto, reducir la transmisión del virus (28). El objetivo de la mitigación es reducir el impacto de la epidemia al aplanar la curva de número de casos por día, comprimiendo la incidencia máxima y las muertes en general. De forma general, aplanar la curva implica controlar la propagación de esta enfermedad infecciosa por medio de: 1) aislamiento, 2) cuarentena, 3) distancia social voluntaria recomendada, 4) cambios en la provisión de atención médica para portadores asintomáticos de microorganismos multirresistentes, y 5) vacunación (28).
En más detalle, el estudio de Laydon (28) establece dos estrategias principales posibles: (a) mitigación, y (b) supresión. Cada estrategia tiene grandes desafíos para las naciones. La evidencia ilustra que las políticas de mitigación podrían reducir la demanda máxima de atención médica en dos tercios y las muertes a la mitad. Sin embargo, esta estrategia resultaría aún en cientos de miles de muertes y sistemas de salud colapsados. Para los países con sistemas de salud fuertes y estables, la estrategia de supresión parece ser la opción de política de salud más acertada.
La mitigación se enfoca en la disminución del impacto de la pandemia, pero no necesariamente la detención de su propagación, de manera que se reduzca la demanda de atención médica en los sistemas de salud. Al mismo tiempo, esta estrategia protege a los que están en mayor riesgo de contraer una infección grave, sino en la reducción del impacto de una epidemia. En esta estrategia, la inmunidad de la población se acumula a través de la epidemia, lo que lleva a una disminución rápida eventual en el número de casos y la transmisión cae a niveles bajos (28).
La supresión tiene como objetivo revertir el crecimiento de la epidemia, reduciendo los casos a niveles bajos y manteniendo la situación indefinidamente. El objetivo de esta estrategia es disminuir el número promedio de casos secundarios que genera cada caso (número de reproducción), R, por debajo de 1. Por lo tanto, eliminar la transmisión de persona a persona. Mientras el virus esté circulando en la población humana, o hasta que una vacuna esté disponible, las intervenciones no farmacéuticas (y los medicamentos, si están disponibles) deben mantenerse de forma intermitente (cuarentena, pausa, cuarentena, pausa, etc.) (29). En el caso de una vacuna, pasarán entre 12 y 18 meses antes de que esté disponible, sin garantía de que las vacunas iniciales sean eficaces.
Finalmente, resaltar que en el caso de la vacuna contra el COVID-1 es clara una carrera geopolítica que busca el dominio sobre el mercado asociado a la distribución de la misma. Así, encontramos a CureVac, empresa alemana, que junto con el instituto Paul Ehrlich de vacunas y biomedicina, vienen desarrollando una de las iniciativas más prometedoras para una posible vacuna contra el COVID-19 (30). Ahora bien, se conoce que el gobierno de los Estados Unidos ha injerido directamente con una oferta económica para monopolizar la posible distribución de una vacuna a nivel mundial (31). Esta carrera ha llevado a que se den pruebas en seres humanos con las posibles vacunas contra el COVID-19. En efecto, el 16 de marzo, los Estados Unidos anuncia que una vacuna contra el SARS-CoV-2, enfermedad causada por el COVID-19, que será probada en 45 voluntarios en el centro de investigación que Kaiser Permanent tiene en Seattle (30). Por otro lado, el 17 de marzo, el gobierno de China anuncia también que una vacuna había sido autorizada para iniciar pruebas en humanos (32). Así, se evidencia claramente un interés no solo por lograr una vacuna sino también por ser los primeros en llegar a un mercado mundial de demanda de un antídoto.
3. Desafíos sociales y bioéticos desde la atención a la pandemia: cambios o continuidades
Entrando al debate de los desafíos y consecuencias de la pandemia, y la forma en que se han construido estas respuestas y ausencias, el enfoque es diverso por las repercusiones que ha generado en el tejido de la economía y configuración social global.
Un primer desafío, se encuentra en la implementación de medidas dentro de contextos con consecuencias políticas y económicas claramente adversas. Un tratamiento del COVID-19 se refleja en el avance de medidas para profundizar el control y reducción de la transmisión del virus, retornando a los debates entre las viejas dicotomías entre el adentro y el afuera, el nosotros y el ellos, entre lo propio y lo ajeno, en los que la delimitación clara y el cierre de fronteras es apenas la punta del iceberg que se ve acompañada por una alteración sustantiva de las economías mundiales y locales, cuyos efectos para el caso de los países del sur se reflejan en un incremento en el valor de la deuda externa, el encarecimiento de productos, el posible desabastecimiento de los hogares y una pregunta constante sobre quienes serán los que paguen la crisis económica que acompaña las medidas contra la pandemia y la reconstrucción de lo afectado, especialmente para las economías informales.
Además, este proceso de emergencias políticas y económicas para responder al riesgo vital que trae consigo el COVID 19, muestra ejercicios de transformación profunda de la vida cotidiana, de la cual las reacciones están por verse. Ese riesgo es también construido socialmente , lo que, en efecto, ante la embestida mundial que ha tenido el virus y las medidas de acción global que tienden a replicarse desde los distintos gobiernos.
Las prácticas sociales que se reproducen en la vida cotidiana dejarían entrever un cambio que a su vez nos ha puesto a pensar, al decir de Zizek, en la posibilidad de construcción de sociedades más solidarias que se piensen más allá del Estado-nación y que recupere discusiones y creaciones de nuevas formas de solidaridad y cooperación mundial que nos permitan la supervivencia de la especie humana y la de nosotros como individuos (33). En consecuencia, se abre una discusión sobre las posibilidades de vida alternativas a las de la sociedad de consumo que se han construido a la par del modelo capitalista en su fase actual, la cual se encuentra en una disputa para la consolidación de un nuevo orden mundial. Esto coincide con la consigna de varias corrientes de pensamiento para que se dé la alternativa a la creación de un mundo en el que quepan muchos mundos y que se distancie respecto al agotamiento del modelo neoliberal. Sin embargo, en los intentos de reacomodación del sistema capitalista por una crisis continua, acrecentada desde inicios del S. XXI, la gestión de la pandemia aparentemente enfatiza en uno de estos mundos distópicos, deformes y preanunciado en el que la precarización laboral, explotación sin límite de los recursos naturales, confinamiento de las personas, exacerbamiento individual, riesgo y temor mediáticos, desecho de los adultos mayores una vez que su fuerza e ingenio han sido subsumidos y se ven como un pasivo, y puede resultar como la principal respuesta de esta emergencia.
En segundo lugar, para el caso de los sistemas de salud en los que la principal preocupación está en que no colapsen, las razones económicas son apenas evidentes, para lo cual paradójicamente es clave que reduzcamos al máximo las interacciones sociales de manera directa. Asimismo, sucede con los sistemas educativos que se han visto forzados a construir de manera creativa alternativas de formación en las que las redes sociales y las formas machine learning anuncian las potencialidades de la inteligencia artificial y de los lenguajes digitales para la construcción y transformación de la institución escolar y pensar en los avances o no que como sociedad tenemos en materia de educación ciudadana que superen la competitividad y la cultura del emprendimiento tan pregonada en las últimas décadas.
De hecho, se sigue presentando una relación de despliegue de la biopolítica y la intervención de la biotecnología en las relaciones sociales. Agamben (34) llama la atención sobre cómo en esa intervención se continúa usando el estado de excepción como forma de gobierno, que en este caso ha desplegado su potencialidad al máximo de restricción posible en relación con la limitación de las libertades y de los derechos a escala planetaria por razones de “higiene y Seguridad pública”. Reflexión a la que se le agrega la discusión sobre hasta dónde se prioriza la salud de la economía o la salud de la población.
En ese sentido, se puede analizar a construcción del pánico asociado a los niveles de mortalidad que produce el COVID 19, que han traído consigo implementaciones de política que producen un estado de miedo a los otros y la necesidad de confinamiento que, a su vez, aumentan el anhelo de seguridad y consolidan al gobierno (en particular al poder ejecutivo) como el vehículo natural para satisfacer esas necesidades. Ello termina legitimando la restricción de derechos, la militarización y la utilización del miedo como forma de control de la sociedad.
Asimismo, las diferentes formas de control social (desde el autocontrol y el disciplinamiento, hasta el uso de la fuerza) esconden las relaciones sociales desplegadas para producir las profundas desigualdades entre las poblaciones de nuestras sociedades. Allí se pueden ver escenarios de legitimación de las vidas marginales, vidas que en todo caso se permiten vivir por debajo de lo considerado como digno o aceptable para un ser humano, especialmente en las sociedades latinoamericanas. Verbigracia, en varios de nuestros países las medidas contempladas están pensadas en el hecho que se pone en evidencia la incapacidad de los sistemas públicos y privados para garantizar la atención a todos los que así lo necesiten.
Estamos pues ante el relevamiento de la gestión de las vidas precarias tanto en el escenario de la intervención de las biotecnologías y de la biopolítica, como en la visualización de los diferentes modos de existencia, en especial de las vidas que bajo el lema de “vulnerables” esconden la insignificancia de vivir al borde de la no existencia, de la necesidad de consolidar sistemas que reconozcan los derechos propios ligados a la condición de vivir. Ello se expresa en las constantes preocupaciones de los gobiernos para intervenir en las poblaciones marginales (pobres, zonas rurales, migrantes, barrios periurbanos) bajo las ya gastadas políticas asistencialistas, que, al poner a los cuerpos de los individuos en evidencia para acceder a la ayuda estatal, a la vez ocultan las relaciones de desigualdad, mientras legitiman la vida que viven quienes se encuentran en esas condiciones.
En tercer lugar, podemos encontrar en el ejercicio de las políticas para mitigar el desarrollo de la actual epidemia, ejercicios de universalización de economías morales que dan un continuum a normas, valores y afectos ligados al miedo y al remplazo de los pedidos de justicia social por el ejercicio de la compasión. En efecto, las acciones gubernamentales tienden a esconder a los diferentes actores del actual sistema y a las causas estructurales de esa desigualdad, difuminando las responsabilidades que encarna la incapacidad de atender la actual emergencia social. Son valores que justifican una rebelión contra la indignidad que viven las personas, con una preocupación que enfatiza en la atención y contención de los marginados, en lugar de comprender sus causas y buscar alternativas de transformación de esas condiciones de marginación.
Allí se ha procedido a modelos de gestión de las poblaciones que pasan por el control y la legitimidad de políticas asistencialistas para el manejo de los problemas sociales, donde la exposición de la marginalidad se lleve al propio cuerpo de los individuos para desatar una lucha por el reconocimiento del anhelado bien que constituye la ayuda estatal, esto es la construcción social de ejercicios de biolegitimidad, para utilizar el término acuñado por Didier Fassin (35), que cuestionan, en el curso mismo de los recientes acontecimientos, la acotación o prolongación de la vida mediante políticas de salud, sanitarias y sociales, es decir de la vida como tal y sobre el tipo de vida que las personas pueden vivir.
Por último, se puede considerar que esta coyuntura, a pesar de la adversidad y debilidad de los sistemas de infraestructura y sistemas de salud, es una oportunidad para las naciones emergentes para romper su dependencia de la gran industria y los países más industrializados en la fabricación de insumos de salud y limpieza y que debe impulsar la generación de una cadena de producción de estos suplementos que no tenga una dependencia tan alta como la actual. Innovar nuevas líneas de producción para sostener los sistemas de salud locales en la región es un reto para el cambio disruptivo de las economías locales. Por esto, se hace urgente pensar más allá de la emergencia surgida por el COVID19, atendiendo a los síntomas que reflejan la necesidad de nuevas alternativas y la implementación de propuestas como el desarrollo en clústeres de economía comunitaria, la consolidación de equipos de trabajo multidisciplinario incluyendo bioseguridad, ingenieros, técnicos, hasta especialistas en logística y la revisión de las diversas estrategias que previenen el contagio del COVID-19.
Es un problema que permite ver cómo las mismas políticas públicas desarrolladas en el marco del neoconservadurismo y neoliberalismo carecen de solidez ante la fragilidad del mercado y sus profundas repercusiones en la vida social. Esto constituye, a su vez, una posibilidad de revisar dichas relaciones y la necesidad de plantear las mismas bases con las que se ha implementado el capitalismo y los dogmas hegemónicos que hoy lo dominan, así como las potencias constituyentes de las multitudes que se relevan como capaces de generar una transformación de la sociedad, rehabilitando la significación social de las protestas contra la opresión y la explotación, así como los valores que las acompañan. Esto implica, también, pensarnos en ejercicios de repolitización de lo social en el marco de la pos “pandemia” y la necesaria desfinanciarización de la economía y la desmercantilización de la salud y los sistemas de seguridad social (36), por decir lo menos. Como se expresaba en una tesis anterior, esto implica un llamado a los actores de la gobernanza internacional para aplicar la base elemental de los principios bioéticos (37), resaltando el de la justicia como base para la capacidad de tomar distancia y generar nuevas utopías que innoven la atención e investigación.
Créditos
Diego Moya ha sido financiado por la Secretaría Ecuatoriana de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), No. CZ03-35-2017; la Universidad Técnica de Ambato (UTA), No. 1895-CU-P-2017 (Resolución HCU), y con el respaldo de The Science and Solutions for a Changing Planet Doctoral Training Partnership, Grantham Institute, en el Imperial College. El Instituto de Investigación Aplicada a la Sostenibilidad (iiasur) apoya la investigación internacional sobre sostenibilidad aplicada al Sur Global.
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Notas al pie
a. https://www.who.int/csr/swine_flu/Preparacion_Pand_ESP.pdf
b. Para el 6 de abril se encontraba así la distribución de los casos registrados: Argentina: 1,628; Bolivia: 183; Brasil: 12,183; Chile; 4,815; Colombia: 1,579; Costa Rica: 467; Cuba: 350; Ecuador: 3,747; El Salvador: 69; Guayana Francesa: 72; Guatemala: 70; Guyana: 31; Haiti: 24; Honduras: 298; México: 2,143; Nicaragua: 6; Panamá; 2100; Paraguay: 113; Perú: 2,261; Republica Dominicana: 1.828; Surinam: 10; Uruguay: 415; Venezuela: 165 casos. Ver en: https://www.worldometers.info/coronavirus/
c. Por ejemplo, en algunos países no han considerado los pacientes sin problemas respiratorios, lo que disminuye el número real de contagios, y aquellas personas que han fallecido sin diagnostico positivo tampoco son considerados parte de las estadísticas.